23 noviembre 2011

Los forzados de la carretera


Ha comenzado en Lausana la vista ante el Tribunal Arbitral del Deporte contra el ciclista Alberto Contador, acusado de dopaje por la UCI y la AMA por el positivo por clembuterol en el Tour de 2010, en una causa donde se enfrentan dos numerosos equipos de expertos abogados y científicos tratando de demostrar la culpabilidad o inocencia del último gran campeón ciclista.
Ello me ha llevado a recordar este librito de poco más de cien páginas, cuyo autor también se llamó Alberto, y que nos transporta a los tiempo heróicos del ciclismo. En 1924, el periodista y escritor francés Albert Londres, singular cronista del primer tercio del siglo XX, escribió para el periodico Le Petit Parisien las crónicas de las etapas del Tour de aquel año, que acabaron convirtiéndose en un reportaje legendario sobre los pioneros del ciclismo y que fueron después reunidas y publicadas bajo el título "Tour de France, tour de soufrancce". En 2009 la editorial Melusina lo publica en español,  con traducción y notas (muy oportunas) de Joan Pere Escrig.
Etapas interminables, corredores machacados, normas absurdas, condiciones extremas en suma en las que los participantes persiguen una incierta gloria sin ignorar que son títeres de una orquestada campaña comercial. Muchos de los temas que se hallan en estas páginas no ha perdido actualidad: el dopaje, las escaramuzas entre los equipos y entre los ciclistas y la dirección del Tour, las cuestiones patrióticas, etc.
El Tour de Francia de 1924 se dividía en 15 etapas, la más corta de 275 km, la más larga de 482 km, en las que se recorrían más de 5.400 kilómetros.

Al final de la segunda crónica podemos leer: ... Lo que no obligaríamos a hacer a una mula, lo soportamos nosotros. No somos holgazanes pero, en el nombre de Dios, que no nos fastidien. Aceptamos el tormento, ¡pero no queremos sufrir vejaciones! ¡Me llamo Pélissier y no Atlas!... Si salgo con un periódico en el vientre es necesario que llegue con él. ¡Si lo tiro me penalizan! Cuando nos morimos de sed, antes de llenar nuestro bidón vacío debemos asegurarnos de que no hay nadie a cincuenta metros que dé a la bomba. Para beber ¡hay que bombear uno mismo! Llegará el día en que nos colocarán plomo en los bolsillos porque alguno creerá que Dios ha hecho al hombre demasiado ligero.

Del desarrollo de la etapa de Metz a Dunkerque, 433 km, el autor escribió: Los sesenta peregrinos supervivientes del Tour de Francia, también llamado el "Tour del sufrimiento", rodaban por los andenes cambiándose continuamente, como si buscaran un lugar donde sintieran menos dolor, pues los caminos del norte estaban pavimentados con bloques de piedras que destacaban por su irregularidad.


Del último reportaje extraigo algunos párrafos: - Podéis venir a verlos; no son unos gandules. Durante un mes se han batido sobre la carretera. Las batallas han tenido lugar en plena noche, en la madrugada, bajo el impacto del mediodía, a tientas, en la niebla que provoca cólicos, contra el viento en contra que los inclina de lado, bajo el sol que quería acogotarlos sobre su manillar. ... Subían al sillín una noche a las diez y no volvían a apearse hasta la tarde del día siguiente, a las seis,... En las noches que hacía demasiado frío protegían sus vientres con viejos periódicos; durante el día, se arrojaban enormes jarros de agua sobre su cuerpo completamente vestido.


Ottavio Bottecchia, antiguo albañil en el Friuli (ITA) fue el  vencedor del Tour de 1924 con 226 h. 18' 21"
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