08 agosto 2013

Absolución

Un libro me lleva a otro y tras la lectura del relato "Una visión fugaz" de Luis Landero, el primero de los incluidos en 10 bicicletas para 30 sonámbulos,  se me "apareció" su última novela una mañana en la Biblioteca, cuando preguntaba por otro título.

La novela habla de la realidad ilusoria, del teatro del mundo, de los misterios del corazón, del conflicto del existir. Contigencia, algo que puede suceder o no, es la palabra clave del  libro.
Lino, el protagonista de Absolución, es un nómada de la cotidianeidad, un insatisfecho crónico, atrapado entre la telaraña del tedio y la de la frustración. Aunque el libro comienza con un momento de suprema felicidad, con su protagonista a punto de casarse y entrar en una vida de confort y amor que le alejará de la molicie existencial que le había aprisionado hasta entonces, luego pasa lo que pasa en los cuentos, que la placidez se disipa con los monstruos y Lino se hace plenamente merecedor de la frase de Pascal, que Landero usó de fuerza motriz de la narración: “Todos los infortunios del hombre vienen de no saber estarse quieto en un lugar”.

Es una historia a la vez jocosa y amarga, que en su superficie presenta una amplia nómina de personajes singulares y una generosa porción de curiosas anécdotas. Además de Lino otros personajes, sobre todo hombres, destacan en la narración, dejándonos una marcada huella, caso de su padre, de don Gregory, del señor Levín, el agente comercial Gálvez o el granjero Olmedo, y también los personajes femeninos, menos desarrollados, su prometida Clara y Paula, la fugitiva enamorada del señor Levin. Y no olvidemos a Comediante, un extraordinario perro.
El lector se verá reflejado y repasará su biografía, extrayendo de la memoria los episodios que marcan la vida para bien o para mal, aquellos momentos en los que avanzamos o retrocedemos, instantes de ilusión, de rebelión, de conformismo, de huida, que van jalonando nuestro camino a lo largo del tiempo.

Pregunta. Para que Lino sea feliz, tiene que hacer infeliz a los demás. Para hacer felices a los demás, Lino ha de renunciar a su propia felicidad. ¿No es algo cruel?
Luis Landero. Bueno, es una de esas situaciones insolubles que se dan en la vida. Una novela se hace, entre otras cosas, con un conflicto, y tú has explicado muy bien ese conflicto. Lino no encuentra su lugar en el mundo, y en su huida va dejando alguna que otra víctima a su paso. Sí, algo trágico en eso.

En palabras de Juan Cruz, "Landero es como Velázquez y Cervantes, decide siempre habitar en su propia obra, y en algún momento de la historia está su propia autobiografía, o la biografía de los suyos, esperándole; a veces es su padre (aquí también está), pero en esta ocasión domina la escena de su ficción la lejana historia de un tío suyo que parecía rico, aunque vivía en una pensión confortable de Madrid, y que decidió ser feliz en Nueva York. Lino, que es su trasunto, se va a Australia, a cumplir el sueño que, como parece natural, halla el hielo de la derrota en un momento determinado del decurso de su empecinamiento utópico".


Esta novela fue incluida entre los mejores libros de 2012 por los críticos y redactores de Babelia, la revista cultural de El País.