11 diciembre 2017

1. Matarrocines

A la hora acordada del día elegido los seis castillejinos (JB, JC, JMC, JMML, LGL, RZ) salíamos del pueblo, en una mañana muy fría, dirección Este hacia el Guadiamar. Allí conectamos con el helado (-3,0 C) Corredor Verde y lo seguimos hasta la carretera A-477, Aznalcollar-Gerena. Poco más de un km por asfalto para dejarla y rodar por el camino de La Calera, donde nos encontramos varios ciclistas. Después enlazamos con el camino de Los Camellos, hasta llegar a la carretera de Aznalcollar-El Castillo de las Guardas. Mientras avanzábamos decimos que estaría bien acercarnos al pueblo para beber y comer, además porque nuestra velocidad media hasta entonces era bastante buena.
Helados en el Corredor Verde del Guadiamar
JC por el Camino de La Calera


RZ encabezando la marcha por el camino, con toulè ondulè, de La Calera


Bikepacking, con estreno de bolsa de manillar Topeak


Parada de avituallamiento en El Castillo de las Guardas
A partir de aquí las cosas empezaron a torcerse. Dejamos atrás el pueblo y el grupo subió muy disgregado hasta Minas del Castillo de las Guardas. Allí supimos que tras la bajada del pueblo a la A-476, el desviador trasero de la bici de JB se rompió irremediablemente y que él se quedará allí en espera de auxilio. Cuando se nos une JMC, nos dice que siente que sus piernas están vacías y que no se ve con facultades para seguir, por lo que renuncia y se quedará acompañando a JB. De modo que seremos cuatro los que intentemos finalizar el plan previsto, que era seguir un track del grupo La Pasión de los Fuertes de Aracena. Miedo me daba, porque no tenía  buen recuerdo de mi única experiencia rutera con ellos, muchos años atrás.
Desde allí seguimos la SE-545 hacia Valdeflores, que dejamos después por la SE-556 hacia la aldea de Peroamigo. Poco después de acabar la subida hasta Herrerías Altas (532 m) abandonamos el asfalto y no tardamos mucho en rodar por una amplia zona quemada (municipios de La Granada de Riotinto y El Castillo de las Guardas) que devastó el incendio del pasado mes de septiembre. Allí empezó mi particular pelea con la ruta, porque tenía que cargar con la bici, debido a lo estrecho y difícil del casi inexistente sendero que bajaba por un cauce seco, plagado al principio de arbustos calcinados y después de espinosas aulagas. Andando por allí recibí la llamada de JB, diciéndome que había conectado con un amigo, que en su coche llevaría a los dos descolgados hasta Corteconcepción; buenas noticias, al menos.
Cuando llegamos a la Rivera de Peroamigo tuvimos dificultades para seguir el track, pero logramos conectar con el Camino del Castillo de las Guardas a Campofrío y lo seguimos hasta la A-461, subiendo suavemente por un territorio (El Jarrama) que debió ser bonito antes de ser pasto de las llamas, que lo han convertido en un paisaje oscuro y desalentador. La ruta ya se me iba haciendo pesada.
Los chicos, JC y RZ, seguían a LG que nos guiaba con su gps. Yo recordaba los consejos de Antonio "relájate y disfruta", "que vayan por donde quieran",  por eso pedaleaba y no protestaba, aunque pensaba que al llegar a la carretera lo más conveniente sería dejar ese track y seguirla hacia Higuera de la Sierra, de modo que la llegada a nuestro destino fuera más cómoda y más rápida. Pero no manifesté claramente mi pensamiento y eso casi me cuesta caro más tarde cuando atravesabamos la sierra.



Dejamos la carretera para adentrarnos en un territorio plagado de barrancos y arroyos, afluentes del Odiel, que suponían un continuo bajar y subir. La mayoría de las cuestas eran demasiado duras para mi y las hacía empujando la bicicleta.  No creo que si hubiera llevado la Cannondale F·29 las hubiera hecho pedaleando. Uno de las más duras llegó tras cruzar el cauce del río Odiel.



puro sufrimiento
Pero lo peor estaba por llegar y no era que la ruta pareciera estar trazada por un sádico, porque si había dos caminos nosotros teníamos que ir por el más complicado. Estábamos atravesando los montes conocidos como Alto de Matarrocines, creo que la toponímia en este caso es suficientemente clara. En una de esas empinadas cuestas recibimos la llamada de los amigos que ya nos esperaban en Corteconcepción, interesándose por nuestra marcha, pero aún nos quedaban kilómetros para llegar hasta allí. Mis compañeros, incansables y tenaces eran inasequibles al desaliento, todo lo contrario que yo, que continuaba hacia delante porque no quedaba otra opción. Cuando la batería del gps se agotó tras 86,52 km, 5:45 horas en movimiento y mas de 8 desde la partida, ya me había preguntado varias veces por qué estaba allí y que ese no era el cicloturismo que me gusta. Pero aún quedaba padecer el gran susto del día.
No sólo eran empinadas las subidas, también las bajadas eran complicadas, algunas las hice a pie, pero en una de ellas, subido en la bicicleta, no pude frenar lo suficiente la velocidad y me vi bajando sin control durante un tiempo que se me hizo largo y en el que pensé que me estrellaría contra el suelo, aunque afortunadamente salvé tan crítica situación. Supongo que la cercanía de la Ermita de Santa Marina debió influir en que la santa velara por mi. 
Después de pasar por dicha ermita salimos a la N-433, un tramo corto por ella para tomar el cruce para La Umbría y Puerto Moral y un último esfuerzo para  pasar por Puerto Gil y llegar a Corteconcepción donde nos esperaban JB y JMC, que respiraron aliviados cuando nos vieron llegar, fueron casi cien kilómetros pal cuerpo y más de once horas de tiempo total.
JC, RZ y LG a las puertas de Corteconcepción
El brasero que María nos acercó durante la comida 
Comida en el el bar-restaurante Javier (Corteconcepción)

María y JMC
Tras la comida y ya entrada la noche, JC, JMC y RZ volvieron a Castilleja en coche. JB, LG y yo montamos en las bicis, encendimos las luces y cruzamos Corteconcepción en dirección Oeste, saliendo por la calle Montesina y por camino llegamos hasta la casa que el primero tiene en el campo. Cuando llegamos, JB tuvo que calmar a sus perros, sobre todo a los dos mastines, buenos guardianes de la finca. Encontramos la casa con buena temperatura porque aún quedaba candela en la chimenea, encendida antes por un amigo. Después disfrutamos de la hospitalidad de JB (ducha caliente, rato de charla, magdalena de limón) antes de irnos a la cama y descansar, tras una larga jornada para todos, en una apacible noche serrana. 
En la penumbra del cuarto, cómodamente acurrucado en el saco de dormir, miraba el techo, pensaba en la descontrolada bajada que podía haber acabado mal pero que por fortuna no fue así. En que había logrado acabar una ruta muy complicada y poco apta para la Croix de Fer. También, que quizás ya no tengo edad ni ganas de embarcarme en experiencias "extremas" para mis condiciones y de que no es bueno fiarse ciegamente de las rutas que no organizo o controlo.

JB avivando la chimenea del "maíllo"

No quiero acabar sin agradecer a mis compañeros de ruta su buen ánimo, su apoyo y a los que me enviaron algunas fotos que ilustran esta crónica.